La violencia sexual padecida en la infancia y adolescencia constituyen crímenes atroces que afectan la integridad sexual, psíquica, física, social y espiritual de bebés, niños, niñas y adolescentes.
En otros momentos, arrasan enteramente con su vida. Durante décadas, estos crímenes permanecieron en el más absoluto silencio, sostenidos por dinámicas de ocultamiento y complicidad familiar, institucional y social.
Los relatos de las víctimas suelen presentarse como “confesiones” cargadas de culpa, vergüenza y miedo. Sentimientos que no nacen de su responsabilidad —porque no la tienen— sino del lugar al que han sido empujadas por el abuso y el silencio impuesto por el agresor.
La violencia sexual es siempre explotación sexual
Este protocolo parte del principio de que cuando un bebé, niña, niño o adolescente intenta develar el crimen del que fue víctima, el mundo adulto debe saber cómo escuchar y actuar con responsabilidad, sin revictimizar.
Para acceder al protocolo completo, comunicate con nosotros a aralma@aralma.org
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